Fotografiar niños no es nada fácil; olvídate de decirles «ponte aquí y sonríe» porque harán todo lo contrario. Ellos van a su ritmo, con sus impulsos, y sus caprichos, así que lo mejor es armarte de mucha paciencia, un tele, ponerte lejos y buscar la foto. Y cuando consigues captar esas sonrisas y miradas inocentes y francas, se te olvidan todas las dificultades previas. Es la magia de la fotografía.
Aquí os presento a mi primita Gal·la, en una sesión totalmente improvisada en la población de Biure de Gaià, en Tarragona, de la que he elegido esta primera foto.