Hace unos días cerraba sus puertas el Salón del Automóvil de Barcelona, una edición que puede considerarse un éxito con más de 750.000 visitantes y la asistencia de 38 marcas, cifra que hacía varias ediciones que no se conseguía. A pesar de las cifras, hablando con amigos aficionados también al mundo del automóvil, muchos critican este certamen por diferentes motivos, y no les falta razón, pero al final, mi opinión es que éste es el salón que tenemos, y mejor esto que quedarnos sin nada.
Atrás quedan aquellos impresionantes salones que cubrían cada centímetro cuadrado del espacio ferial de Plaça de Espanya -¡y porque no había más!-, de los que podías salir cargado como un burro con varios bolsones llenos de revistas, catálogos y merchandising de las diferentes marcas, y en los que los coches venían acompañados por varias pistas dinámicas de 4×4, exhibiciones de free-style y atractivas azafatas y modelos de primer nivel no sólo el día de prensa. Mucho ha llovido desde entonces, y el salón nada tiene que ver con los de antaño, siendo ahora mucho más pequeño, comercial y austero; pero también hay que entender que ni la salud del sector es la de antes ni la economía permite lo que permitía antes tanto a las marcas como al mismo público. Al final, el salón es un esfuerzo de las marcas (de hecho, cada vez más de los concesionarios que de las marcas) y o lo rentabilizan mínimamente o no les sale a cuenta acudir.
Pero siendo realistas, y si te gustan los coches, el salón me sigue pareciendo una cita muy apetitosa donde puedes ver bien presentaditos la mayoría de coches del mercado, incluyendo alguna que otra máquina de ensueño como el protagonista de la imagen, este espectacular Ferrari 458 Speciale.